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Su oferta parece proporcional a la demanda por lo que tal vez sea esta sencilla ecuación la que haga que haya un puesto en varias esquinas de los lugares céntricos más fluidos de gente en la ciudad de Buenos Aires y conurbano. Todos los grupos de género, etarios y sociales consumen garrapiñadas. Por ejemplo muchos taxistas frenan un momento o hasta sin bajar del automóvil no dejan de comprar su bolsita.
A diferencia de otras ciudades del mundo, en Buenos Aires y alrededores no es posible encontrar donde comer algo rápido y de parado en la calle. Ya casi no existe, principalmente por supuestas reglamentaciones sanitarias, excepto en la Costanera Sur, donde se pueden encontrar puestos de parrilla que venden sándwiches de chorizo, bondiola o vacío; por lo que los únicos puestos que permanecen casi desapercibidos en la ciudad son los de garrapiñada.
En esta esquina de la peatonal Rivadavia en Quilmes, este puesto es bastante producido (incluido el escudo del club de fútbol Quilmes), ya que la mayoría se arregla tan solo con un discreto carrito, un calentador, la cacerola, la cuchara y por supuesto los ingredientes: azúcar, agua y maní (cacahuate). Los vendedores vociferan: “Garraaaapiñaaadaaaa!!!!” al mismo tiempo que no dejan de revolver en la cacerola con la cuchara, para que se doren y no se peguen estas exquisitas golosinas, muy recomendables en tiempo frío y bien calentitas.
1 comentario:
Hola, que lindo blog!
Sabés que a mi me gustan las garrapiñadas pero no como en la calla porque un día me dijeron que las bolsitas las inflan con la boca, no sé si me hago entender. Y me dio tanto asco y un poquito de fobia.
Pero en fin, es un clásico seguramente.. Y el olorcito es espectacular!!
Salute,
R
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