El prócer máximo es infaltable como estatua ecuestre en las principales plazas de toda población argentina, inagotable también en los billetes y las calles importantes. El 17 de agosto se cumple un nuevo aniversario de su muerte.
Bartolomé Mitre, a quien se le atribuye ser uno de los diseñadores del necesario mito de fundación de la patria, relata con conmovedora prosa en su libro “Historia de San Martín” (algo así como la Historia Oficial que se narra en las escuelas desde hace más de 100 años) un tramo fundamental de la Batalla de San Lorenzo, que es el comienzo de la marcha independentista orientada por San Martín para la Argentina, Chile y el Perú en el siglo XIX:
“…Las cabezas de las columnas españolas, desorganizadas en la primera carga, que fue casi simultánea, se replegaron sobre las mitades de retaguardia y rompieron un nutrido fuego contra los agresores, recibiendo a varios de ellos en la punta de sus bayonetas. San Martín, al frente de su escuadrón, se encontró con la columna que mandaba en persona el comandante Zabala, jefe de toda la fuerza de desembarco. Al llegar a la línea recibió a quema ropa una descarga de fusilería y un cañonazo a metralla, que matando su caballo le derribó en tierra, tomándole una pierna en la caída. Trabose a su alrededor un combate parcial al arma blanca, recibiendo él una ligera herida de sable en el rostro. Un soldado español se disponía ya a atravesarlo con la bayoneta cuando uno de sus granaderos, llamado Baigorria (puntano), lo traspasó con su lanza. Imposibilitado de levantarse de suelo y de hacer uso de sus armas, San Martín habría sucumbido en aquel trance, si otro de sus soldados, no hubiese venido en su auxilio echando resueltamente pie a tierra y arrojándose sable en mano en medio de la refriega. Con fuerza hercúlea y con serenidad, desembaraza a su jefe del caballo muerto que lo oprimía, en circunstancia que los enemigos reanimados por Zabala a los gritos de “¡Viva el Rey!” se disponía a reaccionar y recibe en aquel acto dos heridas mortales gritando con entereza: “¡Muero contento! ¡Hemos batido al enemigo!” Llamábase Juan Bautista Cabral este héroe de última fila: era natural de Corrientes, y murió dos horas después repitiendo las mismas palabras…”
Esta escena heroica representada en tan breve párrafo de un largo libro, menciona por única vez al memorable sargento Cabral, quien ofrenda su vida por el General San Martín y cuyo gesto está retribuido en la Marcha de San Lorenzo[1], que todo escolar aprende en los primeros años de enseñanza escolar.
Como corresponde a los pueblos maduros, la historia revisa sus acciones y haya sido real o no la acción de este soldado, así como otros hechos del General San Martín, lo que adquiere significación es el valor moral del heroísmo sobre el cual se cimienta una Patria. Incluso el Granadero Baigorria está mencionado en este párrafo, a pesar que poco se lo recuerda. Además, vale destacar que ese mismo revisionismo, a pesar de discutir de quien fue hijo San Martín, no niega una personalidad de una grandeza que aún no ha sido alcanzada por ningún personaje histórico y mucho menos contemporáneo.
La foto tan reproducida en los billetes argentinos de San Martín en su vejez pertenece a al daguerrotipo “Retrato del General San Martín”, París, 1848.
[1] "…Cabral, soldado heroico, cubriéndose de gloria, cual precio a la victoria, su vida rinde, haciéndose inmortal; y allí, salvó su arrojo la libertad naciente de medio continente, ¡Honor, honor al gran Cabral! …" (Letra: Carlos J. Benielli - Música: Cayetano A. Silva). Estrenada el 30 de Octubre de 1902 en la inauguración del Monumento al General San Martín, en Santa Fe.
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